viernes, 2 de marzo de 2012

10 Estrategias de Manipulación


El lingüista Noam Chomsky elaboró la lista de las “10 Estrategias de Manipulación” a través de los medios
  
1. La estrategia de la distracción. El elemento primordial del control social es la estrategia de la distracción que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las élites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes.

La estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al público interesarse por los conocimientos esenciales, en el área de la ciencia, la economía, la psicología, la neurobiología y la cibernética. ”Mantener la Atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a granja como los otros animales. 

2. Crear problemas y después ofrecer soluciones. Este método también es llamado “problema-reacción-solución”. Se crea un problema, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea hacer aceptar. Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O también: crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos. 

3. La estrategia de la gradualidad. Para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos. Es de esa manera que condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas (neoliberalismo) fueron impuestas durante las décadas de 1980 y 1990: Estado mínimo, privatizaciones, precariedad, flexibilidad, desempleo en masa, salarios que ya no aseguran ingresos decentes, tantos cambios que hubieran provocado una revolución si hubiesen sido aplicadas de una sola vez. 

4. La estrategia de diferir. Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de presentarla como “dolorosa y necesaria”, obteniendo la aceptación pública, en el momento, para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato. Primero, porque el esfuerzo no es empleado inmediatamente. Luego, porque el público, la masa, tiene siempre la tendencia a esperar ingenuamente que “todo irá mejorar mañana” y que el sacrificio exigido podrá ser evitado. Esto da más tiempo al público para acostumbrarse a la idea del cambio y de aceptarla con resignación cuando llegue el momento. 

5. Dirigirse al público como criaturas de poca edad. La mayoría de la publicidad dirigida al gran público utiliza discurso, argumentos, personajes y entonación particularmente infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador fuese una criatura de poca edad o un deficiente mental. Cuanto más se intente buscar engañar al espectador, más se tiende a adoptar un tono infantilizante. Por qué? “Si uno se dirige a una persona como si ella tuviese la edad de 12 años o menos, entonces, en razón de la sugestionabilidad, ella tenderá, con cierta probabilidad, a una respuesta o reacción también desprovista de un sentido crítico como la de una persona de 12 años o menos de edad”. 

6. Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión. Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional, y finalmente al sentido crítico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones, o inducir comportamientos… 

7. Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad. Hacer que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud. “La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea entre las clases inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposible de alcanzar para las clases inferiores (ver ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”. 

*“La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea entre las clases inferiores y las clases sociales y superiores sea y permanezca imposible de alcanzar para las clases inferiores*

8. Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad. Promover al público a creer que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto… 

9. Reforzar la autoculpabilidad. Hacer creer al individuo que es solamente él el culpable por su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades, o de sus esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se auto desvalida y se culpa, lo que genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción. Y, sin acción, no hay revolución! 

10. Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen. En el transcurso de los últimos 50 años, los avances acelerados de la ciencia han generado una creciente brecha entre los conocimientos del público y aquellos poseídos y utilizados por las élites dominantes. Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el “sistema” ha disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de forma física como psicológicamente. El sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que él se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayoría de los casos, el sistema ejerce un control mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el de los individuos sobre sí mismos.

"De panzazo" de Israel León Ofarrill


El tema de la educación siempre será especial para mí por muchas razones. Primero que nada, debido a que soy profesor universitario y estoy totalmente convencido de mi vocación docente. Para mí, la universidad no es una opción para mi fracasada vida profesional –que no lo es, por supuesto–; es una obligación autoimpuesta. Pienso que es un elemento fundamental para hacernos mejores personas en todos los sentidos; trasciende el ámbito institucionalizado y se instala en el tejido más fino de la sociedad. Por tanto, no sólo es usufructo de escuelas y programas; de modelos y técnicas; repito: no es una opción, se vive con ella.

Como consecuencia de lo anterior, fui a ver el documental de Juan Carlos Rulfo y Carlos Loret de Mola, De panzazo (2011) con suspicacia, producto de sus propios realizadores. He de decir que no me equivoqué: el documental, fuera de abordar el tema de la educación con seriedad, se centra en un solo nivel y apunta sus baterías en la persona de Elba Esther Gordillo. Superficial, rayando en el reportaje ramplón cuando no en el “publirreportaje” al servicio de alguno de los partidos políticos o de la misma televisora de la que Loret de Mola se convierte en vocero oficial.

Por supuesto, de manera deliberada excluye a la televisión mexicana y su activo papel como parte del problema. Pese a que se piensa que la televisión no ha de educar sino entretener, bueno, dentro del entretenimiento educa… el problema es cómo lo hace. Viene, como he comentado en numerosas ocasiones, una de las elecciones más importantes que ha vivido el país, y en ese contexto se estrena el documental; por supuesto, es una ingenuidad pensar que no lleva una agenda política, sobre todo cuando se proyecta este año y cuando el centro del golpeteo es el SNTE y su eterna líder.

 Llano, simplón, apenas dibuja unas pinceladas de un problema que en verdad es serio y que tiende sus raíces hondo… no basta ubicarlo en la historia para calarlo: hay que experimentarlo, hay que abarcarlo. No basta con exhibir a la teacher y mostrarse bien audaces porque “le decimos sus verdades en la cara, ¡ja!”…

En efecto. El documental, que pretende seguir las huellas de los trabajos de Moore –con gráficas animadas y todo el rollo– sobrecarga su contenido en la educación primaria y secundaria seguramente porque hasta hace unos meses, ese era el nivel que por ley el Estado debía garantizar; deja fuera, empero, la educación preescolar, que cada vez es más importante y demandada y que pasa por crisis diversas y complejas, propias de su quehacer; deja también fuera la educación superior y los posgrados que apenas reciben menciones en gráficas para ilustrar el punto de la deserción por un lado y por el otro, el de los salarios. Este último punto, con unos números sumamente inverosímiles, pues a la gran mayoría de las personas con licenciatura no les pagan 14 mil pesos…

No menciona el ahogo de la universidad pública por recortes presupuestales cada vez más sanguinarios, y tampoco habla de la embestida brutal que viven las licenciaturas en busca de su excesiva profesionalización. No dice que las universidades han sido tomadas por asalto por administradores que se preocupan más por los servicios y bienes y poco por lo académico, que es el quehacer universitario.

Y por supuesto, nada se habla de las universidades privadas que se pierden en modelos de “excelencia” y que ofrecen formación igual o peor que las públicas, pero a costos elevadísimos. Puebla es un ejemplo excelente en este sentido, pues es una ciudad con una oferta educativa que linda con el absurdo y en la que pululan los farsantes… El problema de los posgrados se ve poco, pero afectará en un futuro, pues se están privilegiando posgrados vertiginosos y “profesionalizantes” por encima de la investigación; debería preguntarse el documental: ¿qué pasará con el desarrollo de nuevas tecnologías, el estudio de los fenómenos sociales, de las humanidades, de los estudios en torno a la ciencia?  Seguimos sin chistar modelos planteados desde una OCDE –que por cierto, no se cuestiona en el documental– o del FMI que nada tienen que ver con nuestra realidad.

Por si fuera poco, nada se habla de la educación intercultural, reto en extremo sensible en nuestro país, que oficialmente es multicultural, pero que deliberadamente es excluyente. Para muestra, vale la pena leer el excelente reportaje de Karina Avilés sobre el drama mazateco en la región de Tenango en Oaxaca, –publicado en este mismo diario el martes pasado–, donde hay comunidades indígenas monolingües que carecen de todo tipo de oportunidades –entre ellas, de ser educados en los planes y programas de la SEP– por no hablar castellano. ¡Vamos!, ni siquiera pueden recibir el apoyo de “Oportunidades”, pues no entienden y no pueden seguir las instrucciones de los manuales. He escuchado, por parte de alumnos y algunos colegas –no sin  estupor– que, quizá por ser minoría, no deberían recibir presupuestos. Integrarse o morir…

Al salir del cine nada me sorprendió la pregunta de un padre a su hija adolescente: “¿te fijaste cuánto gana alguien con licenciatura?” Ya no es importante la formación, sino el dinero que puedas producir con ello. No, definitivamente el problema de la educación no es menor; flaco favor le hacemos analizándolo de manera superficial, muy a lo Televisa...